Al hablar de estilo no me estoy refiriendo a seguir la moda en forma ciega, sin evaluar los costos que tendremos que pagar si lo hacemos en forma desubicada, porque lejos de lucir más jóvenes lograremos exactamente el efecto contrario.

Descubrir el estilo que nos identifica es la base primordial de cualquier trabajo con la imagen, porque gracias al mismo, se genera seguridad y confianza.

La vestimenta tiene un lenguaje propio que nos describe, debemos desarrollar el “sentido común”, el criterio de la “ocasión” y por supuesto, elegir mostrarnos acorde con la edad.

Abandonar la necesidad de mostrarse siempre joven y con una figura escultural  nos convierte en “mujeres reales”.

Cuando por fin alineamos nuestra imagen exterior con el estado interno veremos una  imagen poderosa, femenina y elegante.

Somos conscientes del profundo rechazo cultural a la vejez, al pelo con canas y a las arrugas. Sin embargo hay que permitirse ocupar espacios en la belleza femenina, destacarse, teniendo la firme convicción de ser las protagonistas del propio espacio vital, porque una vez que descubrimos quiénes somos, qué queremos y cuando logramos despojarnos de la devoción y culto por mantener vivo el pasado, comenzamos a aceptarnos y amarnos sin complejos.

Hay un estilo para cada mujer, y también para cada momento de nuestra vida. Solo debemos detenernos y apreciar este preciso momento para encontrarlo, y porque no, también para exteriorizar en nuestra imagen que así somos.